Desde temprana edad poseía un don innegable para la cocina. Era una luminaria de la gastronomía, que una vez intentó innovar el recetario familiar con una receta inédita y vanguardista. Con una vez fue suficiente. No me dejaron experimentar más...
Me dije "voy a inventarme un puré". Y metí en la licuadora berenjena (cruda), cebolla (cruda), zanahorias, creo que algún tomate, y no recuerdo qué más. Básicamente metí un poco de todas las verduras que había en la heladera. Lo salé, y licué todo. Cuando lo probé evidentemente no me gustó, y llamé a mi madre para ver si ella, en tanto que madre (con superpoderes para cualquier niño), era capaz de "corregir" el gusto de la pasta. Una pasta entre el gris y el marrón. Mi mamá hizo una buena mueca al probarlo, y me preguntó, con cara de asco "¿Qué le pusiste?". Le detallé la lista de ingredientes de mi receta ultravanguardista, y no sabía si reír o enojarse. Creo que optó por reír, pero sin dejar de tirar a la basura mi preciado experimento, lamentándose, eso sí, de tamaño desperdicio.
La madre de una amiga de mi infancia fue más diplomática cuando le conté lo que había hecho. Con una sonrisa en los ojos y un ictus en los labios me consoló: "no era mala la idea... si primero hubieras cocido las verduras... sobre todo la berenjena". Y noté que se le desbordaba la risa por la nariz.
Y así vi frustradas para siempre mis expectativas de convertirme en chef de alto vuelo. Ahora me tengo que contentar con un blog... cosas de la vida.
Me dije "voy a inventarme un puré". Y metí en la licuadora berenjena (cruda), cebolla (cruda), zanahorias, creo que algún tomate, y no recuerdo qué más. Básicamente metí un poco de todas las verduras que había en la heladera. Lo salé, y licué todo. Cuando lo probé evidentemente no me gustó, y llamé a mi madre para ver si ella, en tanto que madre (con superpoderes para cualquier niño), era capaz de "corregir" el gusto de la pasta. Una pasta entre el gris y el marrón. Mi mamá hizo una buena mueca al probarlo, y me preguntó, con cara de asco "¿Qué le pusiste?". Le detallé la lista de ingredientes de mi receta ultravanguardista, y no sabía si reír o enojarse. Creo que optó por reír, pero sin dejar de tirar a la basura mi preciado experimento, lamentándose, eso sí, de tamaño desperdicio.
La madre de una amiga de mi infancia fue más diplomática cuando le conté lo que había hecho. Con una sonrisa en los ojos y un ictus en los labios me consoló: "no era mala la idea... si primero hubieras cocido las verduras... sobre todo la berenjena". Y noté que se le desbordaba la risa por la nariz.
Y así vi frustradas para siempre mis expectativas de convertirme en chef de alto vuelo. Ahora me tengo que contentar con un blog... cosas de la vida.
2 comentarios:
sí, le corté definitivamente las alas a esta mariposita. Lo que ella no habla, porque es noble, de las tortas de cumpleaños que esta madre fabricó, dulcemente y a las caídas.Ni de las milanesas rebozadas con galletitas dulces, en vez de pan rallado. Esos traumas se deben reprimir. jajajaja...
¡Todo a su tiempo, todo a su tiempo! Ya irán saliendo poco a poco todas mis memorias culinarias...
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